Esa fue la reflexión inicial de Julián.
Me dijo: ¡eres tan agarrado como tapa de submarino!
Ahora te cuento el contexto de la charla, porque tacaño no soy (aunque cuido mucho los recursos).
Resulta que hablábamos de su césped y del riego.
Regaba en exceso, porque creía que el suelo que veía siempre tiene que estar húmedo.
Y no es cierto.
Tiene bermuda a la que le llamamos cariñosamente chipica.
Una especie que crece hasta en los lotes baldíos solo con las pocas gotas que el cielo nos entrega aquí.
Así que te imaginas, si riegas todos los días.
De lunes a domingo. Invierno y verano.
Y dos veces al día.
No sólo desperdicia el agua, sino que la factura crece sin un motivo valedero.
Por eso me dijo tacaño, por no querer pagar una factura más alta.
Entonces el docente que hay en mí salió a defenderme.
Entré a explicar sobre evapotranspiración potencial, tipos de suelos, tipos de césped y otros tantos temas que le dejaron los ojos mirando al cielo.
Y me dijo: bueno, me convenciste. (como quien le asiente a un loco para que se calle)
¿Cuánto debo regar?
Le di las indicaciones y todos contentos.
Como cada caso es muy específico, no tengo un audio o una clase que te ayude a calcular la cantidad de agua que debes usar en tu jardín porque dependerá del tipo de suelo, clima, plantas y muchos factores más.
Pero, un consejo que sí te puede ayudar, no realices riegos muy cortos y frecuentes. Las raíces se desarrollarán en superficie y frente a la falta de agua se resienten y debilitan.
Claudio. El jardinerista