Ayer te conté sobre la bignonia rosada de un cliente, hoy lo haré sobre las que tengo en casa tal como lo prometí.
Apenas despuntaba el mes de febrero hace casi 10 años me mudé a mi actual casa.
Como se encuentra en el pedemonte mendocino, hay mucho desnivel entre mi propiedad y la de mi vecino del fondo, hacia el este.
Su terreno se encuentra unos 3 metros por debajo del mío por lo que un muro de concreto de poco más de esa altura contiene el material de relleno que forma mi patio.
Me encantaría poder decirte que el tremendo volumen de tierra empleado para dejar a nivel el jardín era de estupenda calidad.
Lamentablemente hay toneladas de escombros, restos de construcciones con ladrillos, cal, cemento y toda la basura que se te ocurra.
Llegué a la propiedad una vez construida por lo que lo que te acabo de contar me tomó por sorpresa.
Por encima de todo ese material inerte, unos pocos centímetros de tierra.
No te puedes imaginar lo que me costó trabajar en los comienzos.
Cada planta que incorporaba representaba, por más pequeña que fuera, un tremendo esfuerzo.
Ahí, cuando daba los primeros pasos hacia el jardín deseado, fue que mi suegro me regaló tres pequeñas plantas de la bignonia rosada.
Las distribuí contra la pared del fondo y comencé a guiar su crecimiento.
A dos las podaba con regularidad para hacer que se ramificara y poder ocultar la pared de ladrillos.
No me preocupaba perder la floración.
Pero a la tercera la comencé a guiar para cubrir una pequeña pérgola a la salida de mi dormitorio.
Con el paso de lo que quedaba del verano y, a pesar de lo malo del terreno, uno de los dos brotes que tenía cuando la planté creció en forma desmesurada para lo que esperaba.
Superó por unos pocos centímetros los 16 metros lineales. ¡Una tremenda locura!
Nuevamente una confesión forma parte de mi relato. Hice unas mejoras en suelo e incorporé “materiales especiales” en el hoyo de plantación y que te los contaré en otro momento.
Aclaro que no son sustancias de síntesis química.
Claudio. El Jardinerista.
PD: Cuando desees podar un arbusto en sus primeros años para que cubra más rápido una estructura. Una opción es recortar las puntas de los brotes para forzar la emisión de nuevos. Pero el detalle está en que lo hagas unos centímetros más adentro de la cara de la planta y que no los recortes a todos en el mismo momento. Entresaca.