Un fuego que se apaga con leche

No importa si es leche de cabra, vaca u oveja.

Ese fuego se apaga con leche.

Tal vez te suenen nombres como “Carolina reaper” y “Dragon’s breath”, o tal vez no.

Comienzo para aclarar que no se tratan de perfumes.

Ni para la dama, ni para el caballero.

Son ajíes y de los más picantes.

Que los conozca de nombre porque me los presentaron alguna vez, no significa que los haya comido. Pero no pierdo la esperanza.

Sí he comido varios más como los jalapeños, el jalapeño marrón, unos chiles italianos, otros de Tailandia, unos peruanos de color morado, el piquín, el beso de satanás y más.

Los tengo en la huerta, algunos directo en el suelo, otros en macetas grandes y también en tachos de pintura de los de 20 litros.

Tengo esa debilidad que me tendría que hacer analizar con el “doctor de la cabeza” porque cuando veo una planta o pienso mucho en esos frutos que encierran fuego en su interior. Yo comienzo a salivar.

El asunto es que me gustan y disfruto mientras torturo a mis papilas gustativas.

Otra razón para ir a ese doctor del coco, no lo digo yo, me lo dicen parientes y amigos que me dicen “te tenés que hacer ver, no puede ser que te guste y comas las cosas tan picantes”.

Yo les respondo que en otra vida tal vez fui mexicano.

No quiero imaginar lo que me dirían si se enteran de que me inventé una receta de licor de ají. 🌶 🌶 🌶

Volviendo a los muchachos Capsicum, descubrí que tienen un club de fans muy grande.

Así que me quedo por ahora tranquilo.

¿Y a qué viene todo este preámbulo?

Hace un par de años, voy a uno de los viveros que más frecuento a comprar unas plantas para un cliente cuando giro mi cabeza a la derecha y ahí estaba.

Una maravillosa y colorida planta con ajíes de colores.

¡Quiero una! Le dije a Rodrigo.

Me contestó, pero son picantes, me dijeron que se llama “ají picante de 7 colores”.

Llego a mi casa, corto y lavo un par de ellos para ver qué tan picantes eran.

Fraude total.

Un pimiento morrón me hubiera desilusionado menos.

En fin, cosas que pasan.

El año pasado, un cliente compró unas semillas de los ají que te nombré al principio y otro conocido como “el mostro” que es un híbrido entre los dos.

Hice mi almácigo en tres bandejas plásticas con tapa para tener una especie de invernadero en miniatura.

Venían bien, ya tenían sus primeras hojas y casi dos centímetros de altura.

Estaba ilusionado.

Pero un día, nuestro famoso “viento zonda” me tomó por sorpresa fuera de casa. Cuando llegué estaba todo desparramado.

Tenía las bandejas sobre una barrica de roble que uso como mesa para trabajar con las plantas más pequeñas. Muy expuestas a las ráfagas.

Luego hice otros almácigos y los puse a reparo.

Pero ya no tenía de esas semillas, así que mi colección aumentó en número, pero no en variedad.

Si te preguntas por cómo logro hacer que las semillas germinen con cierta facilidad.

Para hidratarlas uso té de manzanilla por una o dos horas, luego las llevo al almácigo.

La manzanilla evitará que durante la germinación sean atacadas por hongos y promueve aparentemente el desarrollo de las raíces.

Incluso puedes regar las almacigueras con un té diluido de manzanilla tres veces a la semana hasta que las plantitas estén más fuertes.

Claudio. El jardinerista.

2 comentarios en “Un fuego que se apaga con leche”

  1. Me ocurrió lo mismo,pero con caracoles,estaba probando barreras para que no atravesaran,hacía mis plantas y el viento dio vuelta mí bandeja. Ni,te digo el desparramó Muy buena información sobre la manzanilla. Muchas gracias

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