Ya te he contado sobre mi formación docente.
Soy “maestro” de profesión junto con otras facetas y carreras que he transitado en mi vida.
Y, como descubrí hace algún tiempo, también soy multipotencial.
Guau, ¡Qué expresión la de multipotencial!
De ello hablaremos otro día.
Hablando de “Guau” como dicen los perros que no son bilingües (porque aquellos también saben maullar), me acordé de un cuento que les leí a mis alumnos durante mi residencia o prácticas docentes.
Por cierto, ¿Te conté que la hice en una escuela dentro de comunidad mapuche en la provincia del Neuquén?
Eso será también tema de charla más adelante y del cuento que escribí “La curiosa historia del cabupechifante”.
Continuando…
Ahí les leí “Aventuras y desventuras de casiperro del Hambre” de Graciela Montes.
Una maravillosa obra de literatura infantil que me llevó a descubrir el género y luego a escribir.
Y como una cosa lleva a la otra y esa otra me lleva a las plantas.
Siempre las plantas.
El miércoles pasado visité un jardín en el que tenían muchas plantas crasas y cactáceas en macetas.
Si te pudiera transmitir la imagen mental de aquel escenario podrías comprender la idea de escribir una historia con el título “casiplanta del hambre”.
Las macetas y jardineras en donde estaban colocadas tenían un sustrato muy pobre.
Muy pobre, y sí lo repito, porque era muy pobre.
Pobre en fertilidad y pobre en agua.
Pero muy rico en arena y aire caliente.
Los Sedum eran “casiplantas del hambre”. La falta de nutrientes y de riego hacía que las hojas de estas plantas estuvieran deshidratadas como pasas de uva.
Los cactus columnares parecían churros a medio freír con sus tallos curvos y sin turgencia.
Cuando las vi, me dio la sensación de que ellas me miraban y lo hacían con ojitos tristes pidiendo ayuda.
Si bien no llevo en la camioneta la capa de super héroe, me paré en la posición correspondiente. Un poco serio y un poco no tanto.
Así “Superplant” junto al docente salieron al rescate.
Primero como para no colocar a la cliente a la defensiva, le pregunté por qué las cultivaba así.
Me dio sus razones basadas en el origen de las especies que tenía.
En segundo lugar, le pregunté si le podía dar alguna recomendación para que estuvieran más lindas y se llenaran de flores.
Como accedió gustosa le comenté las diferencias entre el cultivo en el suelo y en contenedores.
Las diferencias entre que una planta “pueda” vivir en suelos pobres a la vez que secos y las condiciones ideales para ellas.
Justo mientras mirábamos los ejemplares que tenía, una de las plantas se destacaba por estar bella. En una postura orgullosa de sus atributos y desplegándose hacia el cielo.
¿La razón?
El sustrato era diferente porque en esa maceta antes había otra planta, y además no estaba a pleno sol.
Fue el ejemplo perfecto para mi explicación.
El resultado (al menos prometido) es que les mejoraría la tierra y cambiaría las plantas a un lugar más apropiado.
La intervención del jardinerista, Superplant (sin capa) y el docente dieron sus frutos.
Una colección que crecerá en condiciones ideales.
Claudio. El jardinerista
PD: De este cuento me gustaría que analices cómo hablé con la responsable de las plantas y los pasos que seguí. Para ser “escuchado” uno debe demostrar que es capaz de “escuchar”. Y las razones de hacer algo de una u otra forma deben ser claras y no responder a un “porque sí” o “porque así tiene que ser”.